Extraterrestres se han llevado a mi hijo

Extraterrestres se han llevado a mi hijo

Hace poco estaba enfrascada mirando atentamente una conferencia de Jose Ramón Gamo acerca de la relación funcional que existe entre las partes del cerebro, particularmente cómo están alteradas las funciones ejecutivas en personas con TDA(H).  Y mientras la miraba, yo pensaba en mi hijo de 15 años, y en lo parecido que era gran parte de su comportamiento al de las personas que describía Jose Ramón Gamo.

Mi hijo no tiene TDA(H).  Al contrario, ha sido un niño con una destacada habilidad de autocontrol y autogestión, capaz de plantearse metas y lograr su consecución, y con una capacidad de atención más que razonable para su edad. Pero de repente, en cuestión de meses, el niño al que yo conocía y para el cual había desarrollado mis herramientas de comunicación y negociación, desapareció. Exactamente lo contrario de la serie de moda ahora, en la cual los humanos van cambiando de cuerpo según envejecen pero mantienen intacta su personalidad y recuerdos. No, mi hijo tenía la misma apariencia – si obviamos el cambio de voz, la nuez y los pelos – pero en su piel apareció una persona distraída e impulsiva que se deja dominar por las emociones, cuyos cambios de humor no consigo entender a qué obedecen, con la cual es imposible mantener una conversación razonada si se le lleva la contraria y que olvida en el tramo de una escalera por qué la estaba subiendo.  Confieso que durante  meses he empezado a creer en los extraterrestres y la abducción.  Pero la enorme similitud entre su comportamiento y el de las personas con TDA(H) me provocó mucha curiosidad acerca de cerebro adolescente y de sus cambios y transformaciones.

Realmente no fue muy grande mi sorpresa al descubrir que, en el cerebro adolescente, la amígdala sufre una hiperactivación, mientras que la corteza prefrontal, fiel a la máxima de que la ontogenia recapitula la filogenia, es la última parte del cerebro en madurar.

La amígdala es la parte del cerebro responsable de generar las emociones e instintos más básicos y su funcionamiento está recogido dentro del sistema límbico. Durante la pubertad (entre los 12-14 años), y estimulado por las hormonas, el sistema límbico experimenta unos cambios drásticos y su desarrollo es muy rápido.  Se mielinizan las neuronas y eliminan de manera selectiva conexiones neuronales para mantener sinapsis que se utilizan y desechar aquellas que no (a nivel cerebral se aplica aquello de “usar o tirar”) mejorando así la eficiencia neuronal.

La última región en la que se aprecian este tipo de cambios es la corteza prefrontal, la sede de las llamadas funciones ejecutivas, que son aquellas que nos permiten tomar decisiones adecuadas, controlar impulsos y orientar nuestras acciones hacia la consecución de un objetivo.  No es hasta los 20-25 años que la corteza prefrontal alcanza una actividad neuronal parecida a la del adulto.  La falta de madurez de la corteza prefrontal, ergo las funciones ejecutivas, dificulta el autocontrol, el entendimiento a los demás o la percepción de mensajes importantes en las interacciones sociales.

Es decir, volviendo a mi hijo, que el desfase temporal en el desarrollo de distintas partes del cerebro adolescente conlleva a que es neurológicamente incapaz de dominar sus impulsos, y esa parte del cerebro que debería decirle «mientras tu madre te está hablando de que no estás cumpliendo con tus tareas en casa no es un buen momento para comentar que quieres salir» simplemente no está lo suficientemente madura como para actuar y frenar ese impulso.  Es decir, que es neurológicamente incapaz de seleccionar y mantener la atención en el encargo «saca la basura» con todos los estímulos que entran por sus sentidos hiperhormonados y sensibilizados.

Para más inri, las regiones subcorticales aumentan su sensibilidad durante la adolescencia, lo cual conlleva a una demanda elevadísima de dopamina.  Es por eso que los adolescentes buscan las emociones fuertes, buscan las fronteras y buscan romper los límites.  Esta demanda de dopamina promueve la aparición de conductas evolutivamente muy arraigadas que animan al joven a explorar nuevos ambientes, asumir riesgos o alejarse del entorno familiar para entablar relaciones entre iguales, por ejemplo, o a la aparición de adicciones. Es decir, que mi hijo de 15 años es neurológicamente incapaz de gestionar y controlar el tiempo que le dedica a esa poderosa y adictiva herramienta que es un smartphone.

Las posibilidades del desarrollo neurológico en el adolescente son infinitas, tienen toda la vida por delante y todo el mundo para conocer. Como muy bien dice Jose Ramón Gamo, la mentalidad del adolescente cambia el mundo, pero es muy difícil convivir con ella.  Para mí esto ha sido un gran aprendizaje; ahora entiendo mejor por qué mi hijo se comporta como lo hace. Comprendo que no se lo han llevado unos alienígenas en medio de la noche, sino que realmente está secuestrado por el desequilibrio entre sus impulsos más primales y su aún disminuida capacidad de autoregulacion. Sé que en un futuro me re-encontraré con un adulto razonable, complejo y brillante, pero mientras tanto tengo más conocimiento para vivir día a día con mi adolescente volcánico.

Conferencia JoséRamón Gamon «La Adolescencia»

https://www.youtube.com/watch?v=M6GFmNcdiOc

Jesús Guillén «El Cerebro en la Adolescencia»

https://escuelaconcerebro.wordpress.com/tag/adolescencia/

 

Fiorella Méndez

Master en NeuroCiencia

 



Ir al contenido