12 May TONTO, LOCO, SALVAJE. ¿HABLAMOS DE NEURODIVERSIDAD?
Cada ser humano es único. Cada uno lleva una huella especial que lo define. Los seres humanos de los que vengo a hablarles dirían, seguramente, que una de sus huellas más evidentes es la neurodiversidad. Da igual la etiqueta que prenda de su solapa: altas capacidades, TDAH, TEA, etc. son algunos de los marbetes en los que intentan encajar a estas personas, al mismo tiempo de que nos previenen sobre que las etiquetas, en la mayoría de los casos, son solo una pauta para clasificar lo inclasificable. Cuando una está cerca de estos seres tan inextricables como magnéticos y maravillosos se da cuenta del porqué de la reserva de los profesionales de la salud mental para dispensar etiquetas. No, no se puede atrapar el viento, como no se puede contener la fuerza de un volcán y, sin embargo, es absurdo negar que existe ese viento y esa lava y que al mismo tiempo que admiramos su belleza y su energía tenemos que prevenirnos contra posibles vendavales y quemaduras.
He podido ser testigo directo e indirecto de la vida escolar de muchos alumnos con neurodiversidad. En la mayoría de sus historias he visto el tránsito de bastantes profesionales de la salud mental, equipos de orientación y profesores que, con buenas intenciones y, en el mejor de los casos, realizaban intentos fallidos por reconducir su situación mientras que los alumnos se sentían como ratas de laboratorio con la que cada día probaban una táctica nueva. En el peor de los casos, tristemente, también he tenido que presenciar lavados de manos, exoneración de responsabilidades, estallidos de ira y hasta insultos a las familias y a los propios alumnos.
Y es que hay algo claro. El sistema educativo estándar no provee a sus profesionales ni del tiempo ni de la formación necesaria para trabajar con estos casos. Los profesores se encuentran muchas veces solos ante el peligro. Los alumnos con neurodiversidad, por sus propias características, son alumnos que no permiten llevar el ritmo estándar frenético que se impone al sistema educativo y, por lo tanto, son alumnos molestos que ralentizan el devenir del curso escolar. Lo verdaderamente triste es que, una gran parte de los profesores, suponemos que por inercia y sin maldad, acaban optando por culpar a estos alumnos de no poder seguir con ese ritmo, en vez de mirar para arriba y pelear porque se obtengan el tiempo y los recursos para trabajar por y para todos los tipos de estudiantes.
La situación es, por supuesto, muy compleja y no se trata de buscar culpables, sino de encontrar soluciones para rehumanizar el sistema educativo y, por ende, a la sociedad. En todo este maremágnum vivido, encontré la manera personal de iniciar esa búsqueda de soluciones en el lenguaje que conozco: el dramático. Por eso, hace unos años escribí una obra de teatro llamada Tonto, loco, salvaje (tres términos despectivos frecuentemente utilizadas para describir a estos alumnos) para distanciarme de la situación, mirarla desde fuera convirtiéndola en soporte artístico, entender su forma, y, sobre todo, plantear soluciones. La prestigiosa editorial Ñaque de textos teatrales se ha interesado por la obra y quiere publicarla pero necesitamos una ayuda a la edición. Hace unos días comencé una campaña de crowdfunding o micromecenazgo (https://www.verkami.com/projects/30158-tonto-loco-salvaje) para financiarla. Considero que esta es mi manera de arrojar algo de luz en una situación que conozco bien porque la he vivido de cerca. Pero, sobre todo, es una manera de hacerles a ellos, a los alumnos con neurodiversidad, un homenaje. A ellos que cada día nos obligan a deconstruirnos con su forma excepcional de entender el mundo y nos obligan a ser mejores personas, más audaces, más íntegras y más valientes.
Eva Llergo
Universidad Camilo José Cela