Si hay respeto no hay maltrato

Si hay respeto no hay maltrato

En la cuna.

Quizás antes, aprenden a saborear alimentos con envase de piel, látex, cristal, loza o metal. Respiran olores familiares, atávicos, extraños, de paisajes aún por descubrir. Acarician membranas, texturas que protegen o destapan su cuerpo, o parte de él. Oyen, atienden sonidos, voces que no son la suya, también su voz, palabras repetidas y que nombran, acotan, señalan y reclaman. El llanto, la risa, el dolor, la alegría, el miedo, la ternura. Son esponjas. Intuyen un horizonte, el mar infinito entre ellos y nosotros. Nostalgia. Ante sus ojos, un arco iris redondo: el calor del abrazo, la oscuridad del invierno, la nana. Una puesta de sol, con nubes rosáceas y azuladas, va abriendo caminos diferentes que semejan el mismo. Un espejismo.

En la casa.

La muñeca y el tren en baldas diferentes. ¿A estas alturas de la vida? Rebelión. Rebobino y busco un pincel. Frente a mí un lienzo vacío. No me han contado, intuyo, que mezclando rosa y azul obtengo violeta. Transparente, opaco, da igual, una mirada necesaria. Y desde ahí, a partir de ese instante, observo mi entorno y comparto lo que que voy encontrando. Leo, les leo, que lean. Escribo. Un único estante, explico. Algunos libros también hablan de roles. Tienen las tapas brillantes. Es tan sutil que aún no se entiende, la etiqueta resulta invisible. Hay que estar preparados para trabajar los cimientos, aunque caigan chaparrones. Cuando escampe, habréis aprendido que no sois iguales y que el trato no debe ser diferente. Lo contrario no es buen trato.

En la escuela.

Ahora. ¿Algo se mueve en el aula? ¿Qué cuentan los libros de historia? ¿Aún hay silencios? ¿Se dan respuestas plurales a mentes curiosas? Enseñantes, maestras y maestros, reman contra viento y marea, organizan el perchero. Está desbordado. Gorros, bufandas y guantes de mil colores. Un collage de niños y niñas que aprenden, que optan, que pueden lanzar la pelota antes de hilar la pulsera. Recortan, cosen, peinan, construyen, debaten entre papeles y pantallas. Discrepan, acuerdan. Teclean igualdad y respeto. La pantalla, ¿no deslumbra demasiado? ¿La herramienta pliega el método? Palabras que inquietan, incomodan. ¿Atrapan las redes? Dudas obligadas.

Suena el timbre, la clase se queda vacía. En las mochilas, estuches con lápices del mismo tamaño, la goma de borrar impoluta. El techo no parece de cristal.

Gracias por vuestro esfuerzo.

Cristina Gutiérrez Meurs.

Artista plástica y autora de Eva no fue la primera.



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