¿Es este el fin de la humanidad? Un alegato a favor de las Artes y las Humanidades.

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¿Es este el fin de la humanidad? Un alegato a favor de las Artes y las Humanidades.

Tranquilos, no me he vuelto loco. Tampoco estos días de confinamiento me han llevado a una visión tan pesimista. Este no es un artículo sobre el fin del mundo ni una teoría conspiranoica sobre el origen del COVID-19. Como muchas de las palabras de nuestro rico idioma, el término “humanidad” no solo se refiere al conjunto de todos los seres humanos, posee además otro significado.

 

Me refiero a la capacidad para sentir afecto, comprensión o solidaridad hacia las demás personas. Sí, lo sé, estamos todos deseando relacionarnos con nuestros seres queridos y volver a la normalidad… bueno, al menos a la denominada “nueva normalidad”, que, para nosotros, animales sociales, será muy complicada. Podremos realizar muchas de las actividades que hacíamos antes de sufrir la pandemia, pero mientras tengamos que convivir con el virus, las normas de distanciamiento entre personas y el uso de mascarillas que eliminan la expresión facial, tan necesaria para transmitir el estado de ánimo y los sentimientos, no podremos hablar de normalidad. En cualquier caso, los adultos podremos llamarlo nueva normalidad y cuando esto esté superado, volver a lo anterior. A algunos les costará más y a otros menos, pero quiero pensar que ganarán las ganas de darnos los besos y abrazos, con carácter retroactivo, al miedo. ¿Pero… qué pasa con los menores? ¿Vamos a educar a nuestros pequeños diciéndoles que dar abrazos está mal? Ahora que íbamos camino de poner en práctica el aprendizaje cooperativo, ¿volveremos a criarnos en el individualismo y la competitividad? ¿Podemos desde una pantalla, sin tener contacto piel con piel ni caricias, darnos el afecto que necesitamos? ¿Vamos a robarle a los jóvenes el placer del primer beso? Es complicado que no acaben siendo una nueva “generación perdida” y repitan, incluso agraven, los errores que cometimos nosotros en el pasado. Todo esto, unido a la gran crisis económica mundial que se espera y a los problemas que muchos ya están viviendo en la actualidad, es una bomba que nos explotará de aquí a unos años. Es difícil educar en el afecto con distancia, comprender a los demás cuando nos lapidan nuestros problemas o ser solidario en una sociedad que acabó con las reservas nacionales de papel higiénico y que no es capaz de respetar las normas para evitar un nuevo pico de contagio. Y no quiero sacar el tema de nuestros representantes políticos, porque entonces la palabra “humanidad” huiría avergonzada.

distancia social

 

Entonces, ¿es este el fin de la humanidad? Estos últimos meses nos hemos dado cuenta más que nunca del valor de las pequeñas cosas. Aquello que ha sido secundario en nuestras vidas se ha convertido en vital. Hemos dado el valor que merecen no solo a los sanitarios, sino también a los trabajadores que no han parado para garantizar la producción, transporte y suministro de alimentos y productos básicos. Incluso algunos se han dado cuenta de la gran importancia de la escuela y el profesorado. Entendimos que somos un “Castell” y que cuando cae uno, caemos todos. Contemplamos atónitos y con emoción cómo la Tierra se regeneraba como nunca hubiésemos imaginado y cómo los animales recuperaban espacios perdidos. Nos emocionamos viendo multitud de ejemplos solidarios y muchos intentamos aportar nuestro granito de arena. No, no y no, me niego a pensar que es el fin de la humanidad, quizá es un nuevo principio. Es el momento de pensar qué hemos hecho mal y cómo podemos mejorar ahora que sabemos que somos vulnerables.

¿Es el fin de la Humanidad?

Y ahora, párate a pensar. Tantos estos días encerrados en casa nos acabarán pasando factura, pero ¿qué ha conseguido que sigas cuerdo, e incluso con ganas de seguir leyendo esto? Evidentemente has necesitado unos mínimos: comida, agua, un hogar, electricidad, dinero para pagar esos bienes… pero piensa un poco más. ¿Qué te ha acompañado todos estos días además del cariño de los tuyos y las videollamadas con amigos y seres queridos? Exacto, las Humanidades.

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Pero si es este el fin de la humanidad, ¿cómo pueden ser las humanidades la solución? Curioso, ¿verdad? Parece una eterna paradoja, pero siempre ha sido así. El ser humano es a la vez problema y solución. Nuestras ideas y formas de pensar nos han llevado a la destrucción y a la salvación. Las Humanidades han sido, son y serán nuestra marca de identidad, lo que nos diferencia del resto de especies animales de la Tierra. Parece que nuestra única esperanza está puesta en la ciencia, en encontrar una vacuna. Aunque es estrictamente necesaria, no debemos dejar pasar esta experiencia como una oportunidad de que la Humanidad, esta vez entendida como el conjunto de seres humanos que poblamos el planeta, se haga más grande.

 

Cuando todo esto pase-que pasará-muchos necesitaremos de la psicología para reorganizar nuestras mentes; surgirán-de hecho, están surgiendo- nuevas corrientes filosóficas; cambiarán la sociedad, la economía, la política… el mundo tal y como lo conocíamos, nunca volverá a ser igual… y así espero que sea, porque no íbamos por buen camino en pro de la humanidad ni del planeta. La historia nos revela que de las grandes crisis, surgen grandes cambios y progresos. Espero que sepamos escuchar este aviso que la Tierra nos ha dado y hagamos algo al respecto.

 

Qué importante está siendo estos días la labor de los medios de comunicación, no solo para entender los datos de este coronavirus, también para concienciarnos en la prevención, para ser ventana de las buenas acciones, para dar voz a nuestros héroes sanitarios y para denunciar las irresponsabilidades entre otras. Por otro lado, añadido a esta peculiar situación, han aumentado los bulos o “fake news”, desinformando y generando miedo, el auténtico virus de nuestra sociedad.

 

Y es el turno del auténtico salvador, el que nos ha acompañado en cada día de confinamiento a pesar de haberlo desprestigiado en nuestro país en las últimas décadas, de haberlo ahogado en la educación y de definirlo tan solo como mero entretenimiento. Sí amigo lector, hablo del Arte. Estoy seguro de que en estos días has leído algún libro, o visto alguna película, serie u obra de teatro, quizá hayas visitado algún museo de forma online o incluso hayas conectado en directo con algún concierto. El Arte se ha convertido en nuestra vía de escape cuando nos sentíamos más encerrados, ha conseguido emocionarnos cuando más miedo teníamos y nos ha iluminado cuando más oscuro estaba todo. El Arte no es solo entretenimiento, el Arte nos hace libres, nos hace mejores, nos hace humanos. Y aunque confieso que todo lo que has leído anteriormente era para traerte aquí, tranquilo: no voy a hablar de cómo esta crisis ha dejado de lado la cultura ni de cómo muchos profesionales del sector han sido abandonados, de eso ya leerás o verás mucho en los medios de comunicación. Este artículo reflexiona sobre cómo el Arte, y la Cultura en general, pueden ser la solución a que este no sea el fin de la humanidad.

 

Como citaba anteriormente, el Arte se ha desprestigiado en este país, hasta límites insospechados. ¿No lo crees? Imagina que por un momento preguntas a un niño o joven qué quiere ser de mayor. Si su respuesta es músico, después preguntarás “¿y qué más?”, como si ser un buen músico fuera fácil. Por si lo desconoce, la carrera oficial de músico de conservatorio es la más larga en este país, 14 años de estudios. Puede que no le hagas la segunda pregunta, pero seguramente por dentro estés pensando que esa profesión no tiene futuro y le imaginarás pobre, pidiendo limosna con una guitarra en los vagones del metro, como si para ser buen músico o dedicarte al mundo de la música tuvieras que llegar a ser Alejandro Sanz o Rosalía. Hay muchísimos grupos y artistas, de todos los estilos musicales, que probablemente no conozcas nunca, pero con una habilidad artística, estética, creativa y técnica instrumental impecable, y sí, muchos tocan en la calle y en el metro. Los aplausos de las 8 de la tarde nos han descubierto a muchos músicos, profesionales y amateur, que han acariciado suavemente nuestras almas sin conocer ni sus nombres. Diferentes artistas musicales más conocidos han lanzado diversas canciones cuyos beneficios generados van destinados a diferentes causas sociales e investigación científica. Además, independientemente del estilo de música te guste, creencia religiosa o ideal político, todos hemos aceptado la canción “Resistiré” como himno del confinamiento.

Son tiempos difíciles para ser artista. Vivimos en una sociedad en la que lo correcto está en el camino que nos marcan. El Arte no entiende de caminos, la mente de un artista vuela por encima de los límites establecidos. Además, ¿te has planteado la cantidad de personas que viven gracias al Arte y la cultura? Técnicos de sonido, de luces, promotores, managers, agencias de contratación, editores, salas de arte, teatros, salas de música, luthiers, maquilladores, montadores, dobladores, cámaras, maquetadores… son muchas las personas que hay detrás de una serie, una película, un concierto, un disco, una obra de teatro… pero vivimos tan apresurados, que ni invertimos 5 minutos en ver los créditos del final de una película cuando vamos al cine, eso si no la estamos viendo en casa por descargar ilegal. Si supiéramos y valorásemos la cantidad de trabajo y esfuerzo que hay detrás de una obra artística, creo que nadie consumiría arte de forma pirata. En cambio, nos han educado en el error del “esto es gratis”, desprestigiando así un sector tan importante que, hasta la llegada del coronavirus a nuestras vidas, representaba el 3,5% de los trabajadores de España (unas 704.300 personas) y que, según datos del 2018, a pesar obtener tan solo una financiación pública en términos de PIB del 0,06 % por parte del Estado, un 0,10 % por la Administración Autonómica y un 0,28 % por la Administración Local, aportó un 3,2 % al PIB. No llega a ser el turismo o la industria, pero sigue siendo un pedazo del pastel a tener cuenta.

Las Artes son fundamentales en el desarrollo de la creatividad

 

Para que entendamos el poco valor que ha venido teniendo el Arte las últimas décadas, he puesto anteriormente de ejemplo la Música, pero podríamos estar hablando igualmente de un actor o incluso un licenciado en Bellas Artes. El escritor, por considerársele más “intelectual”, es posible que se salve, en ocasiones, del saco roto del resto de las artes. Si esto mismo lo llevamos a la educación, nos damos cuenta de que, “de aquellos barros, estos lodos”. ¿Por qué se salva el escritor? Desde muy pequeños nos han grabado a fuego que leer y escribir es probablemente lo más importante que debemos aprender en la escuela. La asignatura de Lengua y Literatura ocupa casi el 25% del porcentaje de horas semanales de un estudiante, que junto a las Matemáticas acaparan casi el 50% del tiempo lectivo. En cambio, la educación artística apenas roza el 12%, repartidas generalmente a partes desiguales entre Música y Plástica. El Arte Dramático ni siquiera está contemplado en nuestro currículo educativo, a pesar de la cantidad de beneficios que tendría para el desarrollo integral del alumno, especialmente en su expresión lingüística y corporal, expresión y conocimiento emocional entre personas y con uno mismo.

Es importante recordar que en la actual Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (la denominada LOMCE), la educación artística es optativa, por lo que a día de hoy, hay centros de nuestro país que pueden estar dedicando aún menos o ninguna hora a la Música y la Plástica, a pesar de la cantidad de estudios neurocientíficos y pedagógicos que demuestran los grandes beneficios que tienen para el alumno desde edades tempranas. Las Artes son fundamentales en el desarrollo de la creatividad y el pensamiento divergente, la psicomotricidad fina y gruesa, el espíritu de superación, el esfuerzo, la estética, la autocrítica, la interpretación de los estímulos que nos rodean, la expresión de sentimientos, el trabajo en equipo, la valoración y conservación de las diferentes obras con las que convivimos… casualmente, muchas de las habilidades y competencias que se están demandando en la mayoría de los trabajos actualmente.

Si esto es así, ¿por qué nos empeñamos en que la educación artística sea la eterna “María”? ¿Por qué no tiene la importancia que merece? Es fácil pensar que los motivos pueden ser que, tradicionalmente, la principal función de la escuela fue la de alfabetizar a las personas, prepararlas para los trabajos de entonces, formar trabajadores especializados para realizar tareas repetitivas y manejar datos. Quizá seas de los que piensa que el colegio está para enseñar y no para educar. Por otro lado, parece que aprender Artes Plásticas o Música solo vaya a servir si de mayor quieres ser artista, lo cual es tan erróneo como decir que la Educación Física solo sirve para los deportistas, el inglés para el que vaya a vivir en un contexto internacional o las matemáticas para los contables. ¡Qué locura! ¿Verdad? Pues es una opinión más extendida de lo que podamos creer. 

 

Ahogar o eliminar el Arte en la educación obligatoria disminuye las posibilidades de obtener mentes críticas que puedan cuestionarse el mundo, lo que las multinacionales, gobiernos, influencers o algoritmos digitales de turno quieran hacernos creer. Lo siento, no entiendo la educación si no es desde la perspectiva de la Teoría de las Inteligencias Múltiples de Howard Gardner, una educación que desarrolle y exprima cada potencial y talento del alumnado, dando diferentes oportunidades y formas de acceso a la información y las competencias. Una teoría que habla de 8 inteligencias (visual-espacial, naturalista, lógico-matemática, lingüística, musical, cinético-corporal, intra e interpersonal) que la educación ha utilizado para explicar la importancia de un desarrollo integral de la persona y que un currículo tan encapsulado en asignaturas que pocas veces interactúan y en el que se da más valor a unas que otras, hace muy difícil conseguir que la educación artística, entre otras, tenga el prestigio y la importancia que merecen. Cada nueva ley educativa vuelve a ser un arma política y no lo que realmente necesita ni el alumnado, ni este país.

 

Tenemos mucho que agradecer a los sanitarios, a todos los que han seguido trabajando para garantizar nuestro bienestar, pero también tenemos que agradecerle mucho al Arte y la Cultura. No voy a pedirte que le dediques tu aplauso de las 8 de la tarde de hoy, pero sí que le des el valor que merece, ahora que nos hemos dado cuenta de lo realmente importante que es en nuestras vidas. Habla con cualquier amigo artista y pregúntale de primera mano, cómo le ha hecho sentir saber tocar un instrumento, saber escribir, dibujar, pintar, esculpir, actuar… en esta cuarentena. Entenderás que, cuando además de consumir arte de forma pasiva, se introduce en nuestras vidas de forma activa y productiva, cuando somos arte, el estado de bienestar se amplía a una nueva dimensión. Ese es el tipo de humanidad que ahora necesitamos. Son tiempos de emocionarse y aprender a emocionarnos, de valorar y aprender a valorarnos, de disfrutar y aprender a disfrutarnos, de contemplar y aprender a contemplarnos, de criticar y aprender a criticarnos, de amar y aprender a amarnos… no olvides quién puede ayudarnos con esta solución tan introspectiva, qué herramienta tan delicada hemos tenido siempre a nuestro alcance para interpretar el mundo y cuánto daño hemos llegado a hacerle. Como he venido diciendo, no solo porque sea una fuente de entretenimiento, sino porque puede ser un actor imprescindible para que este no sea el fin de la Humanidad.

 

Jose Gómez Utrilla

Músico, maestro y experto en Educación Musical



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